jueves, 17 de junio de 2010

La Cripta de los Reyes

El anciano se arrebujó en su capa para protegerse del inclemente frío que parecía surgir de aquel lugar. Le castañeaban los dientes y, de vez en cuando le acometían unos temblores incontrolables, pero no solo era el frío, el anciano estaba además muerto de miedo.
-¿Seguro que vendrá? -preguntó el capitán de la guardia del rey.
El fornido caballero sostenía una antorcha en lo alto y miraba a su alrededor atento. Aunque no temblaba como el anciano, su mirada también poseía una sombra de miedo cuando, alguna que otra vez y con disimulo, dirigía su mirada tras él, a la puerta de piedra que llevaba a la Cripta de los Reyes.
El anciano miró intranquilo a su alrededor mientras murmuraba una oración a los dioses.

-Eso espero, mis fuentes me aseguraron que esa gente no suele faltar a una llamada.
El nombre del anciano era Bánax, y era el consejero del rey de Covellá, uno de los reinos que se encontraban al oeste de Tellia. Bánax se encontraba en aquel lugar para intentar acabar con la situación que, desde hacía, tiempo se vivía en aquel lugar. Desde hacía meses aquella cripta, antes un lugar sagrado para la realeza de Covellá, se había convertido en un lugar maldito.
Algo se había instalado en las profundidades de aquel lugar, algo malvado que cada cierto tiempo salía de su escondrijo para buscar presas y saciar su sed de sangre. Muchos caballeros y mercenarios habían bajado a aquel lugar para acabar con la bestia, pero ninguno había conseguido acabar con ella… ni tampoco volver.
Bánax había aconsejado al rey para que fuera a buscar a “otra clase de guerreros”, pero el rey se negó. Ningún rey de Tellia quería tener nada que ver con esa gente de la que hablaba Bánax.
Pero el consejero actuó por su cuenta y mandó mensajeros para que hablaran de la situación en la que se encontraban, y pidiesen ayuda. Hace dos días, el primero de los mensajeros que volvió le trajo la noticia de que uno de “ellos” había respondido.
-Mire Bánax -dijo de pronto el capitán.
Bánax intentó ver a través de la oscuridad, que parecía tragarse las numerosas tumbas de aquel cementerio, miró en la dirección que le señalaba el capitán y consiguió distinguir algo.
Una figura totalmente vestida de negro se movía silenciosamente entre las tumbas como si se tratara de una sombra. Llevaba capa y sobre la cabeza una capucha que le tapaba totalmente el rostro. Tras el hombro izquierdo le sobresalía algo alargado. Cuando se acercó más Bánax pudo observar que se trataba de la empuñadura de una espada. El desconocido se quitó la capucha.
-Soy la cazademonios.
Bánax y el capitán estaban claramente sorprendidos.
-¿Una mujer? Creí que los cazademonios solo erais hombres -dijo el capitán mirando de arriba abajo a la desconocida que no replicó a la puya.
La cazademonios era bastante alta, parecía de complexión fuerte, aunque no se podía asegurar con la capa. Su rostro era bastante atractivo, a pesar de la cicatriz que le surcaba una mejilla. Su pelo negro y largo estaba recogido en una coleta y sus ojos, de un color verde intenso, parecían traspasar cuando miraban. No parecía tener mucho más de treinta años.
-Disculpe al caballero que me acompaña, ya sabe, los militares son bastante ásperos -Bánax forzó una risilla pero la cazademonios permaneció inmutable. El capitán seguía mirándola con desconfianza, claramente dudaba de que una mujer pudiera llevar a cabo el cometido que se le pedía-. Esto… mi nombre es Bánax, consejero del rey de Covellá y él es el capitán de la guardia de su Majestad, Torman.
-Mi nombre es Yabriel -se presentó la cazademonios-. Me extraña que el rey haya pedido los servicios de un cazademonios.
-Ejem, el rey no sabe nada -explicó Bánax.
-Ya, me lo imaginaba. Hablemos del demonio.
Bánax y Torman se miraron.
-La verdad es que no hay demasiado que contar -explicó el capitán-, esa cosa mata y queremos que deje de hacerlo, para eso te hemos llamado.
-¿Alguien ha intentado matarlo?
-Algunos caballeros y muchos mercenarios -contestó Bánax-. ¿Por qué?
Yabriel chasqueó la lengua.
-Puede que el demonio los haya infectado si les ha obligado a beber de su sangre, entonces habrá humanios.
Los humanios eran humanos que habían probado la sangre de un demonio y habían mutado. Experimentaban cambios físicos monstruosos y una sed de sangre aún mayor que la de los propios demonios.
-Nos da igual lo que haya ahí abajo -cortó el capitán-. Si lo que quieres es cobrar más no habrá ningún problema.
-Los cazademonios no cobramos.
-Pues entonces no veo el problema -zanjó el capitán.
Yabriel lo miró un momento y luego se desabrochó la capa. Bajo ella no llevaba ninguna armadura. Solo una almilla acolchada sin mangas y bajo ella un jubón de cuero que llegaba hasta los muslos pero que estaba recogido por la cintura con una correa. Le dio la capa a Bánax.
-Si al amanecer no he vuelto, dadme por muerta.
Yabriel fue hasta la puerta de la cripta. Bánax observó la enorme espada que llevaba colgada de la espalda. Nunca había visto ningún arma como esa. Era enorme, el guardamanos tenía la forma de dos alas coriáceas y el pomo de la empuñadura la del rostro de un monstruoso murciélago. Bánax sintió un escalofrío cuando le pareció que aquel rostro se había movido.
-Esto… ¿solo lleva esa espada?
Yabriel miró al anciano.
-Ahora que lo pienso, quizás me vendría bien una antorcha.
*
-Cuéntame Batt -dijo Yabriel en la oscuridad.
Aquel rostro de murciélago que adornaba el pomo de la espada abrió los ojos, y después la boca llena de pequeños dientes al hablar.
-La cosa pinta fea -dijo la empuñadura con una voz metálica.
Batt era el diablo que Yabriel llevaba dentro de su espada-demonio. Todos los cazademonios llevaban una con un diablo dentro. Los demonios podían sentir a otros demonios, pero no a un cazademonios. Sin embargo sí podría sentir a los diablos, que eran una clase de demonios más débiles, por eso los cazademonios llevaban a sus diablos en unas espadas encantadas en las que el diablo podía unir su esencia con la del arma. De esta forma los demonios no podían sentir a los diablos de las espadas, pero ellos a los demonios sí.
-Este es un peldaño dos, Yabriel -le informó el diablo de la espada.
Yabriel siguió bajando las escaleras que conducían a las galerías de la cripta.
-¿Sus habilidades? -preguntó Yabriel.
-Puede mezclarse con la oscuridad que le rodea.
Yabriel maldijo.
-Odio a los incorpóreos. ¿Por eso la antorcha?
-Sí, si hay luz no podrá desmaterializarse. Casi me pilla el viejo cuando te avisé.
Yabriel llegó al final de las escaleras, la oscuridad era total. La cazademonios cerró los ojos y cuando los abrió, eran dos pozos negros con un pequeña luz en el centro, como dos fuegos con una luz siniestra. Eran sus ojos de demonio. Con ellos podía ver en la más absoluta oscuridad sin ningún problema. Sus sentidos también eran mucho más sensibles.
Era una de las habilidades de los cazademonios. Estos no eran del todo humanos, pero tampoco eran demonios. Al contrario que a los humanios, la sangre de los demonios les afectaba de distinta manera. Los hacía capaces de enfrentarse y matar a los demonios. Pero a cambio tenían que vivir con el miedo y el temor que inspiraban a los humanos. Y ese miedo hacía que fueran odiados. Por eso los reyes los querían bien lejos de sus reinos.
-¿Hay humanios? -preguntó Yabriel.
Batt cerró los ojos un momento. El diablo de Yabriel era un diablo de peldaño seis, el peldaño más alto para un diablo. Además, tenía una habilidad tan rara como útil. Batt podía unir su esencia con la de Yabriel y conectar sus mentes. Eso les otorgaba a ambos una unión por la cual, en una lucha, ambos eran uno solo.
Batt volvió a abrir los ojos.
-Muchos. Más de una veintena.
Yabriel se internó en la primera galería, flanqueada por las tumbas de los antiguos reyes de Covellá. Yabriel observó el primer cadáver tras la tercera tumba de la izquierda. Se paró a observarlo.
El cadáver llevaba armadura y se encontraba en un estado muy avanzado de descomposición. El rostro al que solo le quedaban jirones de carne era irreconocible. En la coraza había un gigantesco agujero a la altura del corazón.
El corazón humano era el alimento preferido de los demonios.
-Pobre infeliz -murmuró Yabriel.
La cazademonios siguió avanzando entre las tumbas hasta llegar a una segunda escalera que llevaba a un nivel más profundo.
La escalera estaba llena de huesos y algunas armas. Yabriel caminaba entre esos obstáculos con un silencio felino, sin alertar de su presencia. Con su oído hipersensible escuchó la respiración de los primeros habitantes de aquel lugar.
Había seis humanios. Tres de ellos dormían mientras que los otros tres se dedicaban a roer algunos huesos. Los humanios aún llevaban los restos de sus antiguas vestiduras.
Con un silencio letal, Yabriel desenvainó su espada-demonio. Las inscripciones de la hoja comenzaron a brillar con una siniestra luz. El primer humanio murió decapitado sin tan siquiera enterarse de que era atacado. Con una velocidad sobrenatural, Yabriel cortó la garganta de otro y girando sobre sí misma clavó la hoja en el pecho del tercer humanio que comenzaba a levantarse dándose cuenta del ataque. Los otros tres que dormían fueron aun más fáciles de eliminar.
Yabriel continuó andando por la cripta hasta llegar a una nueva galería a través de un angosto pasillo. La galería estaba plagada de humanios… y la mayoría estaban despiertos.
-Aquí no pasaremos desapercibidos -susurró Batt.
Yabriel asintió.
-¿Dónde está el demonio?
-Un nivel más abajo.
Yabriel divisó una escalera de piedra al final de la galería.
-Habrá que llegar hasta él.
Corrió hacia el primer humanio como si fuera una sombra. La hoja silbó y el ser quedó casi cercenado por la mitad. La galería se llenó de gritos dementes producidos por los alarmados humanios que se lanzaron a por la intrusa.
Yabriel esperó inmóvil, y cuando los primeros humanios saltaron sobre ella, la hoja de la espada-demonio, manchada de sangre de humanio, volvió a silbar en el aire.
*
Yabriel descendió por la escalera. Todo había quedado en silencio, el olor a muerte invadía el lugar, y el frío era cada vez más atenazador.
Llegó a una última galería, pero ésta parecía no estar terminada, ya que no había ninguna tumba ni ninguna estatua, solo era una gran sala excavada bajo la tierra.
-Está aquí -le avisó Batt.
Yabriel asintió y sacó de un bolsillo oculto de su almilla una piedra de afilar y una pequeña ampolla, lo escondió todo en su manga. Caminó por la sala mirando en todas direcciones pero sin encontrar rastro alguno del demonio.
-Nos está observando -murmuró Batt en la mano de Yabriel.
Yabriel sacudió la espada y la sangre de humanio que la impregnaba se desprendió limpiamente de la hoja. La cazademonios envainó la espada en su espalda mientras sentía la mente de Batt que se unía con la suya.
-¿Estás preparado? -le preguntó Yabriel al diablo.
-Siempre -contestó este.
Yabriel dejó la antorcha que había llevado todo el tiempo metida en la correa de la cintura en el suelo, pero continuó con la piedra de afilar y la ampolla escondidas.
-¡Muéstrate! -gritó Yabriel a la oscuridad.
Una risa seca surgió de todos los rincones de la galería.
-Al final han traído a un cazademonios. Ya estaban tardando. Estoy sorprendido de que seas una mujer, pero no importa. Deseaba probar la sangre de uno de vosotros -dijo una voz fría y burlona.
-Esta noche lo único que probarás es la hoja de una espada-demonio.
De nuevo la risa burlona.
-¡Yabriel, por detrás! -escuchó la voz de Batt en su mente.
Yabriel se movió a la velocidad del rayo y sintió como algo pasaba rápidamente donde hace un momento había estado ella, para luego volver a desvanecerse. Yabriel sonrió al sentir la duda en el demonio.
-¿No esperabas que te esquivara?
El demonio volvió a reír.
-Solo ha sido suerte.
-¡Derecha! -de nuevo el aviso mental de Batt.
Yabriel volvió a moverse y el ataque del demonio de nuevo falló.
-¿Suerte otra vez? -se burló Yabriel.
El demonio no dijo nada, y Yabriel pudo sentir su cólera. Seguro que nunca había fallado un ataque.
De nuevo atacó y de nuevo el aviso de Batt. Yabriel esquivó ese ataque, al igual que el siguiente, y el siguiente… Y la frustración del demonio fue en aumento.
-¡¿Cómo lo haces?! -preguntó el demonio furioso tras errar otro ataque-, ¡¿cómo puedes predecir mis ataques?!
Yabriel sonrió al ver que su plan funcionaba. Batt le avisaba en todo momento de los ataques que venían de sus puntos ciegos. El demonio no se daba cuenta ya que los avisos de Batt eran mentales, él solo veía que su presa esquivaba todos los ataques cuando no miraba. Por eso Yabriel se había puesto su espada en la espalda. Para cubrir todos sus ángulos.
-¡Un momento! -dijo el demonio, en su voz había miedo-, ya sé quién eres tú. He oído hablar de ti. Eres Yabriel la Mil Ojos. La Guerrera Inalcanzable.
-Acertaste -confirmó Yabriel.
Pero eso no ayudaba al demonio, solo incrementaba el miedo del demonio al conocer la fama de su adversario. Y el miedo hace cometer errores, como Yabriel llevaba esperando todo el rato.
Los ataques del demonio se habían vuelto precipitados por la desesperación y ya atacaba incluso por donde Yabriel podía verlo venir sin necesidad de Batt.
En uno de esos ataques, Yabriel saltó junto a la antorcha tirada en el suelo y rompió la ampolla, derramando su líquido sobre la antorcha. Rápidamente desenvainó la espada-demonio y pasando la piedra de afilar una sola y rápida vez por la larga hoja, hizo surgir unas chispas que llegaron hasta la antorcha empapada en el líquido.
Un fogonazo iluminó la galería y la antorcha ardió con unas intensas llamas, en ese momento el demonio volvió a ser corpóreo ante la luz de la antorcha.
Era una criatura con un pelaje corto y oscuro, que se mantenía sobre sus patas traseras, arqueadas como la de las bestias. En su rostro solo había una mandíbula llena de dientes. No tenía ojos.
Yabriel cogió con la mano izquierda la antorcha y con la derecha la espada. El demonio intentó huir a la oscuridad, pero la cazademonios lo alcanzó. Con la antorcha en alto, dio un paso adelante cargando todo su peso y fuerza en la mano derecha y de una estocada, atravesó el pecho del demonio que rugió de dolor. Extrayendo la espada y girando sobre sí mismo, describió un arco con la hoja y la cabeza del demonio salió volando.
*
El capitán y el consejero se sobresaltaron cuando la puerta de piedra de la cripta se movió. Los primeros rayos matinales comenzaban a aparecer.
-¿Lo has conseguido? -preguntó el capitán cuando vio aparecer a la cazademonios.
-Es obvio -dijo Yabriel-, si no fuera el caso, no habría salido viva.
-Os estamos muy agradecidos cazademonios -dijo Bánax.
-No lo dudo -dijo Yabriel mientras cogía su capa que aún le guardaba el anciano- la próxima vez que tengan un demonio por aquí, vuelvan a llamar a un cazademonios a escondidas de su rey y no manden a aficionados.
-Seguiremos el consejo -dijo el capitán- ahora deberías irte. No queremos que la gente haga preguntas si te ven por las calles.
Yabriel empezó a caminar entre las tumbas.
-Descuide capitán.
Sin despedidas ni más comentarios, la cazademonios se marchó de aquel lugar para volver a viajar por los caminos de Tellia, escuchando las noticias y yendo tras las pistas que la lleven hasta otro demonio.

1 comentario:

Anita dijo...

:O muy bueno, podría comentarte alguna cosilla sin importancia pero en general me ha encantado!!