De ocurrentes golfos,
ingeniosos incomprendidos
vigilantes de bares
y de amaneceres.
De los compañeros nocturnos
de día apariencias formales
grupo, sin ser grupo,
conjunto de iguales.
De los más nobles rufianes
aprendí a caminar desnudo,
desapercibido para todo
menos para lo importante.
A llevar una bandera
que no significara más
que uno mismo,
la confianza sin reservas
la lealtad sin compromiso.
De las mejores personas aprendí
las peores costumbres
el orgullo de las cicatrices
la sonrisa del valiente.
Bohemios de contrabando,
disfrazados de cualquiera
sin miedo, sin apariencias,
para sus verdaderas audiencias.
De ellos aprendí el desprecio
por los años y las edades
el código nulo de señales
que no conoce nadie.
Las gracias, el perdón
que valen tanto
como el abrazo
de hermano y padre.
De las mejores personas aprendí
las peores costumbres,
que hoy en día
sigo llevando por bandera,
bandera de mis rufianes.
2 comentarios:
¡¡MOLA!!
Que artista estás hecho pequeño! =)
Un abrazo
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